AGITADORAS

 

PORTADA

 

AGITANDO

 

CONTACTO

 

NOSOTROS

       

ISSN 1989-4163

NUMERO 117 - NOVIEMBRE 2020

 

A Propósito de Nada Menos que Woody

Ángela Mallén

Título: A propósito de nada. Autor: Woody Allen. Alianza Editorial. 2020. 440 páginas. 19,5€

Más que vivir en los corazones y en las mentes del público,
prefiero vivir en mi casa.
Woody Allen

 

¿Qué hacemos con Woody Allen? ¿Lo desmembramos y pisoteamos como si fuéramos un planeta de niños enrabietados que se hartaron de jugar a eso o quizás no fuera mala idea escuchar primero qué tienen que decirnos los expertos?

Estamos hablando de Woody, ese hombre que nos ha hecho reír y soñar con tanta calidad y profundidad como en su día T. S. Eliot nos hizo llorar y pensar. En sus innumerables películas reescribió y reinterpretó nuestro mundo contemporáneo en clave de humor y ligereza con la misma altura de miras, trabajo exhaustivo y acierto artístico que asistieron a Eliot en su obra concienzuda y poética.

¿Quiere esto decir que la ingente y valiosa obra de W. Allen debería compensar su posible inmoralidad? ¿Estoy proponiendo que la simpatía y el cariño que albergamos hacia él se considere suficiente para disuadirnos de juzgarlo? Por supuesto que no. No y no. Aunque me habría gustado reivindicar su derecho a la presunción de inocencia mientras no se demostrara lo contrario. A estas alturas del “caso” sólo se puede reivindicar su derecho a no hacerse el harakiri por no haber sido aceptado el veredicto de no culpabilidad que emitió en su día un jurado con todas las garantías democráticas.

En este año fatídico de pandemia, en que además de por la salud de nuestros familiares y amigos debemos temer por nuestra propia integridad mental, no parece buena idea incidir en asuntos retorcidos ni tratar de desvelar tramas familiares crueles y sutiles. Eso parece más propio dejarlo para momentos históricos saneados y aburridos. Sin embargo, es justamente ahora cuando sujetos de lo más inoportuno y extravagante están desplegando sus estrategias liantes y desestabilizadoras (léase por ejemplo el insurrecto americano o su amigo inglés que acude a la misma peluquería). Gente que moviliza a sus hordas internacionales para enardecer a sus hordas patrióticas y se suben a la plataforma de la democracia para hundir sus principios o pervertir los conceptos en los que se basa con frases tan espesas como “esta es mi opinión y me la tienes que aceptar porque estoy en mi derecho”. Respetar no es aceptar como opinar no es imponer. De la misma manera no se puede confundir opinión con evidencia, porque eso desemboca en totalitarismo. “Ya, eso estará probado, pero yo no me lo creo porque soy libre de creer lo que me dé la gana”, podría decir también ese sujeto con interpretación suigeneris de la libertad.  ¿No creer en lo probado será mejor idea que creer en que la tierra es plana como un LP de los setenta? La ciencia se basa en la prueba. La Justicia se asienta en el testimonio. La democracia se balancea entre dos modos de acercarse a la verdad.

No dejan de salir nuevas figuras en este descorazonador contexto histórico: Culpable por opinión. Asepsia ante los apestados. Ya no basta con lavarse las manos como Pilatos, hay que desinfectar el perímetro con gel hidroalcohólico.

Si Martin Luther King levantara la cabeza, volvería a tener un sueño: que las mascarillas que borran las falsas sonrisas diseñadas por clínicas dentales desenmascaren por fin las miradas turbias y desenfocadas. Ahora que sabemos que la vida es líquida y que todos fluimos por el desagüe de la eternidad, quizás estemos a tiempo de abrir los ojos todo lo que se pueda para no confundir opinión con evidencia ni revelación con enmascaramiento.

Estas son mis notas basadas en los pensamientos/intuiciones que me han surgido leyendo la autobiografía de Woody Allen A propósito de nada (Alianza Editorial, 2020). Después de leerla no sé la verdad. Por supuesto, yo no estaba allí. Pero ahora tengo una idea mucho más clara acerca de ese hombre que decidió llamarse Woody y dedicar cada día de su existencia a tejer con palabras una interpretación lúcida, sobria y amena de nuestro mundo. Quizás como escritora sea yo proclive a creer más en la rendija que saben desvelar las palabras que en la cortina que pueden llegar a tejer.  Por eso a través de ellas, de sus palabras, he visto a un hombre inspirado, herido y digno que, aunque ni bebe ni fuma, le encanta tocar Lonesome Blues con sus amigotes Eddy Davis y Greg Cohen, porque esa música animada y melancólica lo define. Ni más ni menos que lo que esperaba de él esta pobre feminista atribulada que ha querido darle al señor Allen algo justo y merecido: el derecho a ser escuchada su versión de los hechos. Recomiendo por eso la lectura de este libro que me ha parecido más testimonial que defensivo. Y que cada uno decida lo que es opinión, expectativa, prejuicio o evidencia.

 

 


 

 

Woody Allen 

 

 

 
@ Agitadoras.com 2020